1. Simplifica
Es la primera regla y la más importante de todas: simplificar tu vida. Y esto en la práctica consiste en limpiar y tirar todo eso que no sirve, delegar responsabilidades, eliminar aficiones, reducir los deseos a lo esencial y dejar de acumular cosas que al final, más que hacernos felices, nos consumen tiempo y energía.
2. Pide ayuda (aunque te cueste dinero)
Simplificar objetos y actividades tiene un límite. Seguramente hay tareas de las que no podemos deshacernos, que tenemos que cumplir sí o sí, ¡y nos estresan porque nos falta tiempo para todas ellas!
En estos casos sólo existe una solución: pedir ayuda. No vale la pena darle más vueltas y torturarnos porque el tiempo no nos llega (que es lo que solemos hacer).
Si después de simplificar nuestra vida seguimos teniendo más tareas que tiempo y energía, habrá que delegar algunas en otra persona.
Muchas veces esta ayuda requiere dinero: tenemos que pagar a alguien para que nos ayude con la casa, con los niños, con el trabajo o con otro aspecto de la vida. Lo mejor que puede comprar el dinero es tranquilidad y bienestar.
3. Encuentra un vehículo para descargar la mente
A veces no nos causa tanto estrés lo que hacemos a lo largo del día como la maraña de pensamientos que dan vueltas por nuestra cabeza. Pensar en bucle es agotador. Tener todo el rato una lista mental de «cosas que hacer» nos estresa, porque además de físicamente, también necesitamos descansar mentalmente. Cada persona tiene una forma particular de desconectar, ordenar sus pensamientos o dejarlos aparcados hasta el día siguiente. Lo ideal es que encuentres la tuya pero mientras tanto, aquí van algunas ideas:
- Cambia las actividades intelectuales (sobre todo si se realizan con pantallas, como el móvil, tablet o ordenador) por actividades manuales: cocinar, tejer, planchar, construir cosas, la jardinería…
- Contempla la naturaleza al menos quince minutos por día o haz algo de ejercicio.
- Durante el día apunta todas las tareas pendientes en un papel. Liberar la mente es tan sencillo como dejar registradas las cosas que hacer en cualquier otro sitio, para que tu cabeza pueda despejarse y olvidarlas.
- Si lo que te agobia no son cosas que hacer, sino problemas o situaciones negativas, utiliza la escritura, el dibujo, el baile o una conversación profunda para poner orden en estos pensamientos y que dejen de martirizarte.
4. Destierra la multitarea
Aunque parezca más eficiente hacer dos cosas a la vez (uno piensa, ¡la mitad de tiempo para cada tarea!) en verdad este hábito sólo nos perjudica y crea estrés. Estudios científicos han demostrado que no es cierto que podamos hacer varias cosas al mismo tiempo. Es sólo una ilusión.
Por ejemplo, si hablas por teléfono a la vez que lees el correo en el ordenador, tu mente no hace ambas tareas simultáneamente, sino que va alternando entre ellas de forma veloz. Es decir, un segundo la mente escucha la conversación, el siguiente mira el correo, al siguiente vuelve otra vez a la conversación telefónica e instantes después se enfoca otra vez en el contenido del e-mail, y así continuamente. Estos cambios tan rápidos de atención consumen mucha más energía mental, y producen más errores, que terminar una cosa y luego pasar a la siguiente.
Así lo explican Gary Keller y Jay Papasan en su libro «Lo único»:
Lo que no podemos es centrarnos en dos cosas al mismo tiempo. […]
Siempre se necesita un tiempo para iniciar una tarea nueva y para reanudar aquellas que has abandonado, y no hay garantía de que la retomes en el punto exacto en que la dejaste. Por tanto, la alternancia de tareas conlleva un precio que muy pocos se dan cuenta de que están pagando: se pierde más tiempo y se cometen más errores.
Si estás haciendo un trabajo complicado, que requiere toda tu atención, y entra alguien a la habitación y te interrumpe, notarás que cuando retomes el trabajo tardarás un tiempo en ver dónde te quedaste. Imagínate que esta interrupción no ocurre sólo una vez sino cada 5 minutos: avisos de correo electrónico, llamadas, abrir el Facebook… ¡Es una locura!
En conclusión, es mucho más eficiente y menos agotador para tu cerebro poner toda la atención en una cosa y, una vez terminada, pasar a la siguiente. Más foco, menos multiarea, menos estrés.
5. Planifica teniendo en cuenta los imprevistos
Un error frecuente a la hora de planificar es considerar las situaciones ideales, sin contratiempos. Pensamos: «Esto me va a llevar unas 20 horas, si me pongo con ello de lunes a viernes de 4 a 8, que es el hueco que tengo libre, en cinco días lo tengo listo, ¡estupendo!«.
En la vida diaria son más usuales las semanas donde ocurre algún imprevisto que al contrario.
Un día se rompe la lavadora, al otro se avería el coche, al siguiente hay que hacer papeles varios, o alguien se pone enfermo, o surge comprar algo urgente.
Cuando una de estas cosas de última hora irrumpen en nuestro día a día, se nos desmorona la planificación. Incumplimos todos los plazos y en consecuencia generamos estrés.
¿Qué podemos hacer para prevenir estos momentos de locura?
Muy sencillo: prever que tendremos contratiempos. Esto implica dejar huecos libres en nuestra agenda para tener margen de maniobra y también evitar hacer las cosas en el último momento porque puede que, justo entonces, ocurra una urgencia que tenemos que atender.
Basado en el artículo de Amparo Millán 16/04/2020